Cuando en clase la profesora nos ha preguntado qué es la interculturalidad no he sabido responder. Era una palabra extraña para mí. Pero al pensar en las personas con las que me relaciono, algo dentro de mí se ha movido y me ha hecho comprender: distintas procedencias, formas de ver y de entender el mundo. Diferentes gustos, lenguas, intereses, experiencias, maneras de vestirse, de hablar… todo un crisol de posibilidades de las que aprendo, con las que
comparto una parte importante de mis días y sobre las que construyo lo que soy.
Creo que en estos momentos, si no estás abierto a aprender y a convivir con otras personas, te estás perdiendo una oportunidad extraordinaria. Y no sólo me estoy refiriendo a la escuela
o al instituto, también hablo de Internet, del cine, de las asociaciones del barrio, de las tiendas, o de los viajes… Hoy, para vivir plenamente, tienes que aprender a relacionarte y a convivir con todo el mundo, desde el reconocimiento mutuo y el respeto. Sabiendo que todas las personas gozamos de derechos y que no podemos ser discriminadas por sexo, religión, clase social, procedencia étnica, cultura, distintas
capacidades u orientación sexual.
Puede que yo sea una romántica, pero cuando la profesora nos ha pedido un lema para la Escuela Intercultural he escrito: En el corazón de la diversidad hondea la bandera de la justicia que nos hace a todos y a todas iguales.